Durante mucho tiempo pensé que no era constante. Que la constancia simplemente no era para mí. Empezaba proyectos, rutinas o ideas con entusiasmo, pero a los pocos días o semanas los dejaba. Me sentía frustrada, culpable y pensaba que era falta de disciplina o fuerza de voluntad. Pero con el tiempo, y a través del yoga y la conexión profunda conmigo misma, comprendí que la verdad era otra.